27 noviembre 2007

Pobre feliz

El joven ejecutivo viajó en avión privado desde New York a Sydney. Dos escalas y 24 horas de vuelo sin soltar de la mano el maletín que contenía el anticipo de los 5.000 millones de dólares de aquella oferta irrechazable. Desde la capital australiana fueron 15 horas por carretera hasta Kakadu. Miles de kilómetros para una misión que no entrañaba, a ojos del joven economista, más dificultad que la distancia. Cuando tocó en la puerta de la humilde casa no pudo evitar imaginar las mansiones que construiría aquel desgraciado con los miles de millones que valían sus tierras con corazón de uranio. De vuelta a New York, con el maletín tan repleto como a la ida, el joven pasó 24 horas repitiendo incrédulo y confuso la frase de aquel pobre feliz, satisfecho por conservar intactos los páramos de sus antepasados: "No, gracias. No necesito el dinero".

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